miércoles, 17 de marzo de 2010

¡Qué bello es vivir!

He decido inaugurar las entradas en el blog con la película que le da nombre a este espacio, a esta nueva ventana al mundo. En primer lugar porque su título es evocador, y además porque mantiene un discurso vitalista y positivo, muy necesario en estos tiempos que nos acompañan, en los que estamos viviendo una situación similar a la de las crisis que precedieron a la cinta. Un clásico emitido cada navidad debido a un error en el registro de los derechos de autor, pero que no pierde su fuerza por muchas veces que se reponga. A los que ya la hayáis visto, os invito a recordarla, a los que no lo hayáis hecho aún, no perdáis la ocasión de verla.

La película está inspirada en el cuento “Canción de Navidad”, de Charles Dickens. Dirigida en 1946 por Frank Capra (“Sucedió una noche”, “Vive como quieras”, “El secreto de vivir”…), y protagonizada por James Stewart (“Anatomía de un asesinato”, “Harvey”; “Historias de Filadelfia”…) y Donna Reed (“De aquí a la eternidad”, “La última vez que vi París”, “El retrato de Dorian Grey”…).

Rodada tras la gran depresión y la segunda guerra mundial, en clave de comedia y drama, se esfuerza por mostrarnos un punto de vista optimista y esperanzador ante los problemas que atenazaron a Europa y Estados Unidos durante esta época. Capra, quien también produce la cinta, enfrenta el ideal del ciudadano medio que se esfuerza por sobrevivir, de la mejor manera posible, al del tirano especulador que se enriquece a costa de aquellos que le rodean.



Mediante flashbacks se nos muestra la vida de George Bailey (Stewart), desde su infancia, en la que por salvar a su hermano pequeño, Harry, de morir ahogado, pierde la audición en el oído izquierdo (hecho que le impedirá ir a la guerra en la que su hermano se convertirá en un héroe), pasando por una juventud llena de sueños y aspiraciones que le lleven más allá de su pueblo. Pero las circunstancias mandan, y George, ha de aparcar sus aspiraciones para hacerse cargo del negocio familiar, una pequeña sociedad prestamista, cuyo fin último no es el de enriquecerse, sino el de prestar un servicio de ayuda a sus convecinos para que éstos puedan sacar a sus familias adelante.

Cuando George se ve arruinado y sin salida, decide poner fin a su vida, momento en el que su entrañable ángel de la guarda (Henry Travers) hace aparición para salvarle la vida, y de este modo ganarse sus alas, y mostrarle qué habría pasado en el pueblo si no hubiese nacido, punto de vista repetido posteriormente hasta la saciedad en cientos de películas.

A destacar especialmente su fotografía (en blanco y negro), una canción popular americana convertida en banda sonora y las interpretaciones de sus protagonistas, sobre todo la de un James Stewart magistral.

Cierto que fuera de las pantallas de cine, cuando los caminos se tuercen, nunca aparece un ángel para recordarnos que somos mucho más importantes de lo que nosotros mismos creemos. Pensar acerca de la influencia positiva que ejercemos sobre los demás es un ejercicio que todos deberíamos hacer de vez en cuando, sin recrearnos en él, pero siendo conscientes de nuestro propio valor aceptando la vida tal y como es y no como nos gustaría que fuese. Debemos de tratar de hacer bueno el proverbio de Epicteto: “No pretendas que las cosas sean como las deseas; deséalas como son”.

1 comentario:

  1. ¡Hola Paco! Me alegro de que te hayas lanzado a esta gran aventura que es escribir. Sin dudarlo,te seguiré. No he visto la película de la que hablas, pero sí conozco el libro de Dickens, con un tema tan universal como el hecho de desear lo que no se tiene y no disfrutar con lo tenido. Estoy segura de que la película invita a la reflexión, y más en estos tiempos que corren... Nos vemos por estos lares...

    Por cierto, estoy viviendo por tu tierra, Valverde del Fresno. Esto es un paraíso, no puedo pedir más a la vida.

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